¿Cómo comprender y desarmar los mecanismos del bullying y ciberbullying?. En el marco del día Internacional de lucha contra el Bullying retomamos el diálogo con María Zysman, Presidenta de la ONG Libres de Bullying y docente de la Diplomatura en Convivencia Escolar FCE UNC.
Es necesario generar múltiples ideas y perspectivas para construir una sociedad más inclusiva, amorosa y para reducir la crueldad. Para lograr esto, es importante que trabajemos juntos, intercambiando nuestras experiencias y reflexionando sobre esta problemática.
Bullying: lucha por la comprensión
Cuando comencé a interesarme por este problema en 1994, no se llamaba a este comportamiento «bullying». Hace más de 25 años, no tenía idea de que existían personas en Noruega trabajando en el tema, ya que en ese momento se pensaba que el problema solo estaba en Estados Unidos. Durante años busqué material sobre este tema, me metí en bibliotecas y universidades, buscando desde otro enfoque términos como «hostigador», «acosador» o «líder negativo», pero no sabía bien por dónde empezar a encontrar información. Fue a través del uso de mi primera computadora que di con el término «bullying».
En un momento dado, el término «bullying» tuvo un gran impacto mediático en 2013 y 2014, en donde todos los programas de televisión y periódicos hablaron de ello, pero no se abordó en el suplemento de educación, sino en espectáculos, deportes, economía , compañías aseguradoras que buscaban vender seguros, etc. La verdad es que el tema no debería requerir de lo legal, sino en cómo abordar la violencia de forma efectiva.
Con la palabra «bullying», surgieron dos grupos: aquellos que creían que todo era bullying y aquellos que despreciaban el término, pensando que era un invento. El desafío sigue siendo encontrar un punto medio en donde se pueden distinguir las situaciones que son realmente de bullying y aquellas que se relacionan con otras formas de violencia.
Comprender y abordar el acoso escolar
Cuando se trata de bullying, nuestro interés no es etiquetar a los niños con un rótulo, sino entender por qué ocurre y cómo se desarrolla. En los grupos de niños y adolescentes, a menudo se forman jerarquías en las que algunos tienen un estatus más alto que otros y pueden abusar de los demás. Este fenómeno se produce en un contexto grupal en el que la opinión de los demás tiene un gran peso. Para establecer su posición, se requiere una constancia que se suele encontrar en la escuela, el lugar al que los niños van todos los días. Sin embargo, el bullying no es algo generado por la escuela, los programas de enseñanza o los malos docentes, sino que requiere de varias características para desarrollarse.
En lugar de enfocarnos en estadísticas o en la idea de ser «libres de bullying», debemos entender que esto es una utopía y que lo importante es estar atentos para abordar el sufrimiento de quienes lo padecen. Aunque la víctima directa sufre más, todos los demás también son afectados y debemos estar conscientes de ello.
Para empezar a distinguir las situaciones de bullying, es importante considerar la duración temporal y el papel del espectador, ya que el hostigamiento sostenido puede ocurrir en diferentes momentos y no siempre es dirigido a la misma persona. En situaciones en las que todos están en contra de una persona, esta última no tiene la posibilidad de sumarse al grupo y se debe considerar el desequilibrio de poder que existe.
Aprender y desaprender
El bullying consiste en humillar a otra persona de una manera cruel y sin límites, con el objetivo de hacer que se siente desvalorizada ante los demás. La víctima suele ser incapaz de defenderse, por lo que piensa que ella debe ser fuerte y responder mejor es falso. El chico que está siendo acosado no puede salir de esa situación por sí solo y no se fortalecerá al quedarse solo. La única forma de sacarlo de esa situación es que el grupo de espectadores deje de festejar los actos de bullying y se vuelva empático.
Es importante entender que la empatía es solo el primer paso, y que debemos trabajar con los chicos para enseñarles qué acciones pueden tomar para ayudar a la víctima y garantizar que alguien respalde su decisión de hablar y pedir ayuda. Muchas veces, los chicos no hablan porque ya lo han hecho antes y nadie ha hecho nada al respecto. Esto se debe en gran parte a un mundo en el que el bullying y la falta de respeto son tolerados, y en el que la gente minimiza o transgrede las normas sin pensar en las consecuencias. Es importante revisar nuestras propias actitudes y comportamientos para entender dónde los chicos están aprendiendo estas conductas, y trabajar juntos para construir un mundo.
Prevención del acoso escolar
Destaco que este problema no solo sucede en Argentina, y no tiene una respuesta fácil. Sucede en Hispanoamérica, Perú, México y otros países. Cada país lo maneja de manera diferente, pero todos estamos en la búsqueda de una solución. Aunque no estoy seguro si se resolverá completamente, sí creo que es importante tomar conciencia de que no está bien y que depende en un 100% de los adultos desde que los niños son muy pequeños. Debemos resaltar el rol del adulto en relación al silencio, ya que muchas veces este silencio prolongado puede afectar a las personas en situaciones de acoso y dejar secuelas.
Es importante que el adulto, el docente, la familia y los responsables estén alerta y se comuniquen con las palabras necesarias. También se deben buscar otras señales y ver cómo se aborda el conflicto.
Como ex docente, estuve mucho tiempo en escuelas y ahora, cuando estoy con los chicos, puedo ver si están porosos y receptivos a lo que les sucede. Puedo percibir cuando hay algún chico que está muy retraído y que de golpe habla, y cuando los compañeros se ríen, lo que puede indicar acoso. Además, aunque a veces se justifica como que ese chico «no sabe» o «tiene que ser más vivo», hay señales de alerta como que no participa en los equipos de trabajo, está apartado en el recreo, no tiene donde sentarse, llora y se queja mucho. No se trata solo de las características de un chico hostigado, sino también de las reacciones que tienen frente al avance de los demás.
En casa, se pueden detectar señales como que los chicos cambian su forma de ser y estar, su rendimiento escolar bajo, estudian compulsivamente, cuidan mucho su alimentación, están demasiado pendientes de las redes sociales, duermen mal y tienen cambios importantes.
He tenido consultas y entrevistas de con chicos que les venían diciendo hace 3 o 4 años que en la escuela no tenían amigos y que nadie los familias quería, pero los padres no supieron qué hacer y encararon el problema como si fuera un problema de su hijo. Pero no se trata solo de falta de comunicación, sino también de que el chico se siente culpable y avergonzado, lo que hace que no pide ayuda y que a veces lo esconda por miedo a las amenazas de los compañeros. Por eso, es importante tomar conciencia de que el acoso escolar es un problema grave y que depende de los adultos detectarlo y tomar medidas para solucionarlo.
A menudo, no se les da el valor que merecen a los signos de dolor y sufrimiento de los demás. Es importante preguntarnos quién es el dueño de la verdad a la hora de juzgar el dolor de otro. No debemos pensar que lo que no nos duele a nosotros no puede dolerle a los demás. Cada persona experimenta el dolor con los recursos que tiene, y si es necesario cambiarlos o mejorarlos, es algo que hay que trabajar. El otro debe evaluar su dolor y hacer cosas para aliviarlo, no para evitar seguir siendo molestado. Si no se aborda el problema de manera adecuada, se perpetuará en el tiempo, lo que puede tener un impacto negativo en quienes lo rodean.
Uso responsable de medios y redes
En los medios de comunicación, el acoso escolar solía ser tratado con más intensidad, pero hoy en día, debido a la gran cantidad de noticias, no recibe tanta atención. A menudo, los medios se centran en el sensacionalismo y las lesiones, en lugar de dura en la resolución del problema. Es necesario desarmar esta tendencia, pero sin dejar de hablar de los problemas de los menores, que son quienes más necesitan protección.
Es importante tratar los temas con seriedad en los medios, protegiendo siempre la identidad de los involucrados para evitar exponerlos y preservar sus derechos.
En cuanto a las redes sociales, es importante tener en cuenta que la confidencialidad es clave para proteger la identidad de los menores y sus familias, así como la de los docentes. A menudo, las familias graban a sus hijos para compartir su dolor con el mundo, pero esto solo los exponen a situaciones aún más peligrosas. También es necesario tener precaución con el ciberacoso y las situaciones de violencia en línea, y el papel de los adultos es fundamental para guiar y proteger a los menores en el uso de estas herramientas.
Es evidente que los niños de 4 o 5 años tendrán acceso a la televisión y a YouTube, pero como padres debemos decidir cuándo y cuánto tiempo les permitimos usar. Si mantenemos la televisión encendida todo el tiempo y luego nos sorprendemos cuando piden un celular, se lo damos porque todos los demás lo tienen, pero luego nos horrorizamos al descubrir que pasan todo el día conectado, algo ha salido mal. Incluso si intentamos controlar su uso con filtros y dispositivos de control, los niños aún estarán expuestos a las redes ya los peligros que conllevan.
Los padres deben trabajar con los niños desde un lugar de confianza, no desde el miedo, para que sientan que pueden venir a ellos si algo les preocupa. No es cuestión de quitarles el acceso a internet, sino de enseñarles a usar de manera responsable.
Es importante que los padres se involucren en la vida digital de sus hijos para conocer las plataformas que utilizan, sus intereses y las personas a las que siguen. Es necesario poner palabras a lo que ven, ayudar a identificar situaciones y contenidos que les hacen daño y enseñarles a reconocer las señales de incomodidad. Los niños son curiosos y pueden ser atraídos por contenidos inapropiados, pero debemos estar atentos para intervenir y protegerlos.
Los filtros y dispositivos de control son útiles, pero no son la única solución. Los niños pueden estar expuestos a contenidos inapropiados en cualquier momento, por lo que es importante enseñarles a protegerse ya reconocer situaciones de riesgo. Los padres deben estar atentos a las señales que indican que algo no está bien, como cuando los niños se tapan la cara o tienen pesadillas después de ver una película. Debemos estar presentes para intervenir y proteger a nuestros hijos en todo momento, ya sea que estén con nosotros o con alguien más.
Bullying, presión de grupo y presencia adulta
Es preocupante el impacto que tienen las escenas inapropiadas que los niños ven en los medios en su psiquis. A menudo, los niños sienten que si no ven y no comparten esas escenas, se quedan afuera del grupo y se ven obligados a hacer cosas que no tienen que ver con su verdadera identidad para poder pertenecer.
La pertenencia es importante para el desarrollo evolutivo de los niños y adolescentes, pero a medida que se van haciendo mayores, van necesitando cada vez más a otros iguales a ellos que les pasen las mismas cosas. Es común que los padres pierdan influencia en esta etapa y los jóvenes busquen la aprobación de sus pares en lugar de la de sus padres. Sin embargo, esto puede ser peligroso, ya que los niños pueden caer en manos de pedófilos o personas inadecuadas en las redes sociales. Por lo tanto, es importante que los adultos, ya sean padres o figuras de referencia, estén presentes en la vida de los jóvenes y los ayuden a enfrentar las dificultades de esta etapa de la vida.
Quiero recalcar que nuestra presencia como adultos es cada vez más necesaria, ya que estamos cada vez más ausentes en la vida de los niños y adolescentes. Es importante que estemos presentes para escuchar y guiar a los jóvenes que se encuentran en situaciones difíciles, ya que muchos de ellos están buscando a alguien que los contenga y los oriente.
Además, es importante recordar que la adolescencia comienza con la pubertad y los cambios biológicos que invitan al niño a dejar de ser niño. Sin embargo, actualmente existe una presión social y de mercado que lleva a los niños a parecer adolescentes desde muy temprana edad, lo que puede ser perjudicial para su desarrollo emocional y psicológico.
Es esencial que como adultos nos preguntemos qué podemos hacer para prevenir el bullying, el abuso y el acoso, ya que estos comportamientos pueden tener un impacto muy negativo en los jóvenes y en su bienestar. Debemos estar presentes y comprometidos para asegurarnos de que los niños y adolescentes crezcan en un ambiente seguro y saludable.
Insisto en que nuestra presencia como adultos es cada vez más necesaria, ya que parece que nunca antes había sido tan importante estar presentes. Actualmente, muchos adultos parecen estar ausentes, lo cual puede ser perjudicial para los niños y adolescentes que necesitan a alguien que los contenga y guie. En mi experiencia, cuando los adultos están alejados del mundo adolescente o infantil, los niños y adolescentes pueden sentirse más solos y desamparados, lo que puede llevar a que se involucren en comportamientos negativos o peligrosos. Debemos estar atentos a los signos de sufrimiento y estar presentes para ellos, para que se sientan apoyados y cuidados.
¿Protocolos o guías para la prevención?
Entendiendo que el interés está en conocer más sobre los protocolos y cómo se están abordando situaciones particulares y cómo intervenir y aplicar los protocolos de manera efectiva en diferentes contextos escolares, es importante tener en cuenta que la creación de protocolos puede ser un desafío, ya que cada institución tiene sus propias realidades y subculturas. Es posible que un protocolo diseñado para una escuela no sea aplicable a otra, y que algunas instituciones no cuenten con ciertos recursos, como un equipo de orientación escolar.
En lugar de crear protocolos específicos, es posible ofrecer guías generales que puedan ser adaptadas a cada contexto. Estas guías pueden proporcionar un marco para abordar problemas comunes, pero es importante que cada institución trabaje en su propia mirada y adaptación de la guía, según sus recursos y posibilidades.
Es esencial dedicar tiempo para hablar, hacer talleres y convocar a las familias para poder trabajar efectivamente en el abordaje de problemas como el bullying. A veces, el tiempo y la dedicación son los recursos más valiosos que se pueden aportar en estos casos.
Cada escuela debe abordar este tema a su manera y establecer un protocolo. Por ejemplo, en una escuela específica, cinco adultos pueden trabajar juntos en esto de manera más sensible. No espero que los 40 docentes estén al tanto de todo, pero si al menos puedo trabajar con un grupo de cinco docentes y hablarles sobre el tema para que puedan contagiar a otros su entusiasmo, ya habré dado un gran paso. No podemos dejar este tema como una simple campaña, porque cuando un chico necesita ayuda, muchas veces no sabe a quién acudir. Por eso, es importante trabajar intensamente y asegurarnos de que los estudiantes tengan acceso a la ayuda que necesitan. La ayuda no siempre es la solución, pero es crucial estar allí para el estudiante y acompañarlo en la búsqueda de una solución.
La importancia de la confidencialidad
El problema en cuestión involucra a múltiples actores, como el programa, los espectadores, las familias, la docente, otros docentes, los vínculos del docente con los directivos de la escuela y las familias. Por lo tanto, desarmar este problema no es una tarea sencilla que se pueda resolver de un día para otro. Sin embargo, lo que sí es esencial es tener una disposición adulta inmediata para acompañar al niño que está padeciendo esta situación, sin minimizar ni exagerar su experiencia.
Cuando se presenta un caso de posible acoso escolar, es fundamental llevar a cabo una investigación cuidadosa y no policial, sino a través de escuchar a todos los involucrados y ver cómo se llegó hasta allí. Además, es importante convocar a las familias de los niños involucrados, sin hacer un show o papelón, para abordar la situación de manera pensada y sensible.
En cuanto a la importancia de la confidencialidad, es esencial proteger la privacidad de los niños involucrados y de sus familias. En casos en los que el padre no reconoce que su hijo es el acosador, es necesario trabajar con él de manera sutil y no simplemente contarle todo lo que su hijo hace mal. En lugar de eso, es importante comenzar a trabajar con el niño y luego convocar a la familia para contarles lo que se está haciendo para resolver el problema.
En resumen, es esencial abordar el problema del acoso escolar de manera cuidadosa y sensible, involucrando a todos los actores de la situación y protegiendo la privacidad de los niños y sus familias.
A veces, los padres valoran la forma en que su hijo se comporta, pero en otras ocasiones, no pueden saber detener cómo el comportamiento es inapropiado. El acoso no siempre es el resultado de la violencia en el hogar, sino que puede provenir de otros entornos en los que los padres han sido testigos de este comportamiento. En algunos casos, los padres pueden incluso estimular el comportamiento de su hijo porque creen que es normal. Cuando los padres son convocados para abordar el problema, a menudo no hay éxito debido a que el vínculo entre los adultos no fluye adecuadamente. En su lugar, lo mejor es que los padres se comunican con la escuela y trabajan juntos para abordar el problema de manera efectiva. Es importante recordar que el niño que acosa no debe ser visto como un delincuente.
Educar sin agresividad
Entiendo que no estamos defendiendo la mala conducta, es importante considerar que algunos casos pueden estar relacionados con problemas psicopatológicos, mientras que en la mayoría de los casos esto no es así. Por lo tanto, debemos preguntarnos qué estamos transmitiendo como formas de educar y cómo podemos tomar un papel antipático cuando sea necesario. En lugar de simplemente decir que alguien se está portando mal, debemos reflexionar sobre qué comportamientos específicos no son aceptables y abordarlos de manera clara y directa. También es importante tener en cuenta que no podemos obligar a los niños a ser amigos, ya que cada uno tiene su propia personalidad y no todos se llevan bien. Debemos trabajar en resolver los conflictos de manera constructiva, sin recurrir a actitudes intencionales que puedan dañar a los demás.
Es necesario trabajar con las emociones desde una edad temprana, permitiendo a los niños sentir tristeza, enojo, y enseñándoles a diferenciar entre estos sentimientos. En los últimos años, parece que hemos olvidado este enfoque, y esto puede llevar a que los niños no sepan cómo manejar sus emociones, lo que puede dar lugar a problemas como el bullying.
Es fundamental que se permita a los niños expresar sus emociones, incluso cuando se sientan tristes o enojados. Al permitir que los niños expresen sus emociones, pueden aprender a diferenciar entre ellos ya manejarlas de manera adecuada. Por ejemplo, si un niño llora, esto no debería significar que es débil o que se le puede hacer cualquier cosa. En el caso específico que menciona, donde una niña sufrió bullying cibernético y tuvo que cambiarse de colegio, es importante abordar este tema desde la perspectiva del ciberbullying, así como del cambio de escuela. Es importante que las escuelas aborden estos temas de manera pedagógica, permitiendo que los niños aprendan a manejar sus emociones y respeten a los demás.
El bullying no tiene como causa la condición física, la belleza, el origen, la orientación sexual, entre otras cosas. Estas son excusas que utilizan quienes no saben qué hacer con su odio. Las causas del bullying tienen que ver con la injusticia, la falta de oportunidades, los celos, la envidia, la rivalidad, la competencia y la discriminación.
En lugar de simplemente cambiar de escuela a los niños que hostigan o son víctimas de bullying, es importante abordar las causas subyacentes del problema. La escuela debería enseñar a los niños a respetarse a sí mismos ya los demás, así como a manejar sus emociones. Si los niños aprenden a manejar sus emociones, pueden evitar que los sentimientos negativos den lugar a comportamientos hostiles o violentos.
Prevención y detección
En el consultorio, es común ver a chicos que dicen «no» cuando se les propone hacer algo con muchos de sus compañeros. A menudo, en el fondo, estos chicos quieren ser parte del grupo popular y se sienten mal por no poder ser tan populares como los demás. Lo que se busca es tratar de ayudar en lugar de castigarlos. Es importante investigar y pensar en cómo abordar estas instancias desde la prevención, especialmente desde la detección y la intervención temprana.
Hay una guía muy útil de prevención, detección e intervención que se ha utilizado desde 2013, pero es importante actualizarla y no simplemente dejarla de lado. Cuando alguien es excluido o apartado, es importante preguntar de manera efectiva cómo abordar estas situaciones. A menudo, cuando trabajo con chicos, veo que los más participativos son los que están involucrados en algo. Es crucial abordar estas situaciones desde la literatura, el lenguaje, el arte y las canciones. Hay muchas canciones y raps que abordan temas como el tratamiento de las mujeres y los alumnos.
La prevención también implica trabajar con las emociones, incluyendo el miedo, el asco y la necesidad de pertenencia. Es importante dar lugar para que los chicos expresen sus odios, miedos y preocupaciones en relación a las redes sociales. A veces, en los talleres, cambia su actitud y dejan de reírse de todo. Es importante detectar las señales de que algo no va bien y abordarlo de manera efectiva, sin imponer un «deber ser» y permitir que todos tengan lugar en el grupo.
El objetivo es prevenir y cambiar los papeles rígidos que a menudo se ven en los niños pequeños. Por ejemplo, cuando dramatizan, siempre se mantienen en los mismos roles de «quien manda» y «quien es mandado».
Es importante generar un espacio en el aula donde los problemas puedan resolverse, dónde haya tiempo para ello y para ello se requiere compromiso tanto de los docentes como de la comunidad en general, incluyendo a las familias. Es necesario pensar en actividades que fomenten una convivencia más armoniosa, ya que esto no solo beneficia a los niños sino que también es un aspecto clave en el desarrollo de habilidades sociales y emocionales.
En este sentido, es crucial que los docentes generen un ambiente de confianza y colaboración en el aula, donde los niños se sientan seguros de expresarse y resolver los conflictos de manera constructiva. Es importante reflexionar sobre nuestras propias prácticas e intervenir a tiempo para detener cualquier comportamiento inapropiado.